La película ganadora de la Alhambra de oro de Granada, en la I Edicidón del Festival de Cine de Granada, "Cines del Sur", ha sido Crossing The Dust (A través del polvo) del cineasta Kurdo Amin Korki. Ésta se sitúa temporalmente en el momento en que Irak es liberada del régimen de Saddam Husein, y narra las pocas horas en que dos soldados kurdos, cuya misión es llevar comida a unos compañeros que los esperan, por una broma del destino, encuentran perdido, en un camino polvoriento, de no se sabe en qué lugar de un país extremecido por el dolor, a un niño de cinco años iraquí, llamado Saddam a causa de la recompensa que sus padres recibieron por llamarlo así, que se ha perdido. De los dos soldados, el más joven decide hacerse cargo del niño y encontrar a su familia, mientras el otro reniega de aquel pequeño, perteneciente al pueblo que dejó una herida amarga en su vida.
La película, con claras reminincencias del cine europeo, comienza con la decapitación de una estatua del dictador, Saddam Husein, mientras que una muchedumbre contempla la caída de la cabeza de éste que, finalmente rueda por el suelo. Cuando ví estas imágenes, no pude sino pensar en aquella espectacular caída de la estatua del último Zar de Rusia en Octubre (Eisenstein, 1928). También allí rueda la cabeza del poder; una gran masa de gente, dirigida por el gran cineasta ruso, liliputienses si los comparamos con el tamaño de la estua, se suben literalmente a las barbas y los bigotes del Zar Nicolás II hasta separar la cabeza del cuerpo. El famoso montaje de atracciones de Eisenstein, es utilizado en Octubre para describir la victoria de los bolcheviques en el mes que da título la película, en 1917.
No obstante, los guiños al cine italiano son aún más notables. He leído en varios artículos las comparaciones establecidas por algunos críticos entre la película de Korki y el neorrealismo italiano, especialmente con Paisá de Rossellini, pero yo no me olvidaría de Vittorio de Sica y su Ladrón de bicicletas, eso por lo que respecta a la dramática realidad social que envuelve al film; ni tampoco dejaría de señalar esos ecos de comedia "a la italiana" que hace más llevadero para el público el dolor que subyace en las entrañas del mismo.
El paisaje desértico, el polvo, inevitable en éste, así como el color blanco de la túnica de Saddam, el pequeño intruso, en contraposición con el negro de las burkas de las mujeres, configuran el escenario natural de un pueblo desolado, por el que, a través de los ojos del soldado más joven, pude observar el dolor oculto de unas plañideras iraquíes que lloraban a sus seres queridos ante la sorpresa del joven; entonces pensé que, paradójicamente, sólo la muerte es capaz de igualarnos. Mediante los pocos y bien utilizados flash-bak que utiliza el cineasta kurdo, me trasladé al mundo del horror, el de una guerra que, como todas, no sólo mutila los cuerpos, sino también los corazones de aquellos que, inevitablemente, se ven atrapados por sus garras. No obstante, la película aboga por la bondad humana, aunque para ablandar el corazón del soldado kurdo que odia al pequeño desde el comienzo del film, deba morir aquel otro que no fue capaz de abandonar al niño. Es entonces cuando, tras recoger el cuerpo de su amigo muerto, termina haciéndose cargo de Saddam, mientras una refrescante y milagrosa lluvia -las lágrimas de Alá para los musulmanes- termina empapando el cadáver de aquél que yace en la parte trasera del vehículo que había conducido durante la mayor parte de los setenta y dos minutos que dura el film. Film, que de manera sencilla, sin complejidades formales, llega al fondo de aquellos corazones sensibles que lo contemplan.
He de confesar, que también yo salí del cine convencida de esa bondad humana que subyace en el interior de cada uno de nosotros; claro que eso fue antes de que, unas horas más tarde, un individuo me robara el bolso.