viernes, 3 de agosto de 2007

MICHELANGELO ANTONIONI HA MUERTO

El día 30 del pasado mes murió Michelangelo Antonioni. Estas palabras hoy aquí quieren ser mi pequeño homenaje a aquél que un día ocupó gran parte de mi tiempo y de mi vida. La noticia me sorprendió en el coche, durante el regreso de mi viaje a Asturias; por supuesto, me sobrecogió, y sentí que algo de mí se iba con él. No diré que gracias a Antonioni aprendí a amar el cine, porque fue mi amor por éste lo que me llevó a concer la obra del gran cineasta italiano y a él mismo; pero en sus films descubrí universos cinematográficos a los que yo había permanecido ajena. A través de sus personajes me adentré en el conocimiento de algunos de los males característicos de nuestra época, la crisis de los sentimientos sobre todo, y pude entender algunos comportamientos inherentes al hombre sin entrar a juzgarlos.

Si tuviera que destacar algo sobre la trayectoria profesional de Michelangelo Antonioni, ello sería su incesante búsqueda de la verdad, en esa idea del propio cineasta de que "el cinematógrafo debe estar más ligado a la verdad que a la lógica"; una verdad reconocida por todos aquellos que han llegado a amar las imágenes que muestran los films antonionianos, así lo demuestran palabras como las que Sophia Loren dedica al maestro en su noventa cumpleaños: "Con tu silencio me has hablado, con tu mirada me has tocado el corazón, con tus manos me has guiado a través de tu verdad".

Según lo que he podido leer, su familia ha confirmado que murió "plácidamente" en un sillón de su casa de Roma, un sillón que yo tuve la suerte de conocer cuando Antonioni me recibió en ella. Aquel día, al adentrarme en la casa del cineasta, después de varios años estudiando su filmografía, me parecía estar profanando un lugar sagrado. Este sentimiento se acrecentó cuando Enrica, su esposa, me dijo, "se encuentra usted ahora mismo en el que ha venido siendo el estudio de Michelangelo durante los últimos cincuenta años" , entonces ella se marchó a buscar al maestro, y mientras los esperaba, me detuve en observar los objetos que poblaban aquel santuario en el que yo me encontraba inmersa. Las paredes estaban forradas de estanterías repletas de libros y de cuadros de Antonioni, algunos de ellos, según me cometó Enrica instantes después, de reciente elaboración. De entre todo aquello que me rodeaba me llamaron la atención tres cosas, una bella colección de pebeteros antiguos, un viejo gato negro que me hizo compañía en los instantes previos a la aparición del cineasta y su esposa, y los libros depositados en aquellas estanterías que amueblaban parte del estudio. Me resultó muy interesante el hecho de que predominaran en la biblioteca del cineasta ferrarés los libros de arte, sobre todo de pintura y arquitectura, incluso más que los referentes a temas cinematográficos. Después de haber observado todo aquello, y de haberme emocionado ante la presencia de aquel hombre tan especial para mí, pregunté a Enrica, ¿qué es el arte para Michelangelo Antonioni? y ella respondió: "El arte para Michelangelo creo que ha sido siempre lo más importante. Él ha estado siempre muy atento al arte que lo rodea, a la pintura, a la música. Cada vez que hace un film no hace otra cosa que adentrarse en aquello que el mundo le ofrece desde el punto de vista artístico".

Así lo percibí aquel día y así lo confirmo hoy. En la obra del artista podemos descubrir un compromiso ético y y estético consigo mismo y con la sociedad; un compromiso que, más allá de convertir su cine en una forma de espectáculo, lo eleva a la categoría artística. De modo que su obra puede ser entendida como un empeño de la inteligencia por comprender y hacer comprender el mundo desde una perspectiva puramente intuitiva. La filmografía de Michelangelo Antonioni es la respuesta de un hombre que ante la presencia devoradora del tiempo y la muerte, ante su angustia y preocupación por inmortalizar su creación artística, entrega al mundo sus joyas más preciadas, esperanzado que, al menos una minoría con intereses parecidos a los suyos, pueda entender aquello que el artista ha cedido a la sociedad con la intención de que aquellos que vean su obra contemplen en ella la eternidad.

Gracias MAESTRO.