Observando el vídeo que se nos muestra en Experiencia bloguera , ese en el que aparece Alexandra Ferri con Sting, no he podido por menos que pensar en la obra de Degas, el gran impresionista francés, y en algunas de las reflexiones que de ella se desprenden. Edgar Degas (1834-1917), preocupado por el movimiento, el cuerpo humano, y por el problema de la forma en el espacio, convierte el tema de las bailarinas de ballet en uno de los lei motiv de su producción pictórica. El pintor pone especial énfasis en el espacio, que, en oposición a las convenciones compositivas de la época deja vacío. La dimensión de este espacio desnudo, alrededor de la cual cada figura ejecuta un movimiento distinto, es captada por el artista francés en el gran número de óleos que dedica a este tema: bailarinas aisladas, en grupo, descansando, en plena representación, ensayando, adoptando infinitas posiciones y gestos; observadas desde múltiples perspectivas, con cortes bruscos en la composición y planos insólitos para la pintura de la época. Desgas las captará no sólo en su graciosa y ensayada postura en plena representación, frente al ojo exigente del público de la sala, sino detrás del escenario, en el instante de arreglarse el pelo, o las mallas, de sujetarse las cintas de las zapatillas...
La preocupación del impresionista francés por el movimiento, la forma y el espacio hallan su continuidad en imágenes como las que aparecen en el ya citado vídeo. Desde el comienzo del mismo, podemos observar detalles del lugar donde se va a desarrollar la acción. Un espacio dominado por entresijos metálicos y luces fluorescentes que son mostrados a través de un trávelling ascendente, acompañado todo ello por el sonido que se desprende al golpear las estructuras metálicas que configuran el edificio en cuestión, reforzando así el carácter enérgico y frio de la imágen. Y después del travelling, un fundido en negro deja paso al otro protagonista indiscutible, el cuerpo humano, mejor dicho, el cuerpo de los protagonistas, Alexandra y Sting. Mediante sucesivos cortes de montaje, la cámara, al igual que lo hicieran los pinceles de Degas, muestra el efuerzo realizado por la bailarina y el músico antes de comenzar la actuación; tras las bambalinas, va troceando dichos cuerpos mostrándonos así la resistencia que la materia genera con respecto al aire que la envuelve. Sólo hay que pensar para darse cuenta de ello en los siguientes planos, en los que aparece la bailarina seccionada por la mitad, sentada en el suelo y luchando contra la propia materia que retira de sus zapatillas, cuando raspa parte de la suela de las misma. Y sin embargo, en la segunda parte del vídeo, en contraste con lo anterior, se da paso a lo etéreo, a la abstracción y al arte; y la resistencia que el espacio oponía con respecto al cuerpo, y la brusquedad del sonido provocado por los golpes sobre lo metálico, deja paso a las caricias; el aire pierde su densidad hasta conseguir que el cuerpo de la protagonista flote y emerja de las notas que fluyen de la guitarra de Sting, cuyo cuerpo, en contraste con el de Alexandra que parece elevarse hasta el infinito, permanece anclado al suelo.
La preocupación del impresionista francés por el movimiento, la forma y el espacio hallan su continuidad en imágenes como las que aparecen en el ya citado vídeo. Desde el comienzo del mismo, podemos observar detalles del lugar donde se va a desarrollar la acción. Un espacio dominado por entresijos metálicos y luces fluorescentes que son mostrados a través de un trávelling ascendente, acompañado todo ello por el sonido que se desprende al golpear las estructuras metálicas que configuran el edificio en cuestión, reforzando así el carácter enérgico y frio de la imágen. Y después del travelling, un fundido en negro deja paso al otro protagonista indiscutible, el cuerpo humano, mejor dicho, el cuerpo de los protagonistas, Alexandra y Sting. Mediante sucesivos cortes de montaje, la cámara, al igual que lo hicieran los pinceles de Degas, muestra el efuerzo realizado por la bailarina y el músico antes de comenzar la actuación; tras las bambalinas, va troceando dichos cuerpos mostrándonos así la resistencia que la materia genera con respecto al aire que la envuelve. Sólo hay que pensar para darse cuenta de ello en los siguientes planos, en los que aparece la bailarina seccionada por la mitad, sentada en el suelo y luchando contra la propia materia que retira de sus zapatillas, cuando raspa parte de la suela de las misma. Y sin embargo, en la segunda parte del vídeo, en contraste con lo anterior, se da paso a lo etéreo, a la abstracción y al arte; y la resistencia que el espacio oponía con respecto al cuerpo, y la brusquedad del sonido provocado por los golpes sobre lo metálico, deja paso a las caricias; el aire pierde su densidad hasta conseguir que el cuerpo de la protagonista flote y emerja de las notas que fluyen de la guitarra de Sting, cuyo cuerpo, en contraste con el de Alexandra que parece elevarse hasta el infinito, permanece anclado al suelo.